
Lo primero es estar convencidos de que El siempre está a las puertas de nuestro corazón, tocando por iniciativa propia y por petición de quienes nos aman. Hagamos lo que hagamos, El nunca se cansa de llamar a nuestra puerta.
Si escucháramos su voz con humildad dejando atrás toda soberbia y le abriéramos las puertas de nuestro corazón y de nuestra razón, El entraría en nuestra casa y en nuestra comunidad y comería con nosotros y nosotros con El.
DESCARGAR
No hay comentarios:
Publicar un comentario